Hemos normalizado que los hombres paguen por sexo. La mujeres asumimos que ellos son sexuales hasta el punto de tener una necesidad que atender; pero pensar que nosotras también podemos acceder al placer sexual a través de contratar el servicio de una persona dedicada a estas lides, nos corta.
La realidad es que son cada vez más las féminas que han decidido romper los estereotipos y, ejerciendo su autonomía y el derecho al disfrute, pagan por sexo. Sin embargo, como es una conducta de la cual no hacemos alarde, se ha cubierto de un halo de misterio que ha llevado a generar una curiosidad que trasciende al cotilleo entre amigas, y ha pasado a ser objeto de investigación.
El perfil de la clienta de servicios sexuales es una mujer profesional, enfocada en su trabajo y muy ocupada para invertir tiempo en una relación romántica, de entre 30 y 50 años de edad, con alto poder adquisitivo, que sabe lo que quiere y exige un servicio de lujo con total discreción.
Según un estudio reciente del Centro de Investigaciones del Crimen y la Justicia de la Universidad de Tecnología de Queensland (Australia) la cantidad de mujeres que buscan sexo se ha triplicado en los últimos cinco años, y pagan en promedio por una hora 170 euros, hasta miles de euros por fines de semana enteros.
Dentro del contrato de servicios sexuales existe también un deseo de establecer algún tipo de conexión emocional, por ello no resulta insual incluir tiempo para disfrutar de una copa o de una comida antes de pasar a la acción, una combinación de intimidad, compañía y placer.
En el ranking de oferta de escorts masculinos a nivel mundial, España se encuentra en el quinto puesto. Características particulares como altura, complexión, edad, habilidades y especialidades sexuales son factores que las mujeres precisan antes de contratar un servicio y este proceso se hace en línea.
Desde el punto de vista sexológico, explica Ysabel Velásquez, contratar un escort ofrece un espacio seguro, con control de la experiencia íntima y libertad para la experimentación erótica sin juicios, algo que es difícil de lograr con un encuentro sexual casual. “Recordemos que hemos sido socializadas para complacer, así que pedir lo que deseamos y abrirnos a recibirlo es contactar con la propia naturaleza sexual, algo que históricamente se nos ha negado”, precisa.
Desde esta perspectiva, el trabajo sexual masculino hacia las clientas femeninas también es un oficio terapéutico, una experiencia que permite acercarse al sexo con seguridad, la cual puede ser útil para mujeres que han sido víctimas de abuso sexual o que presentan alguna disfunción como el vaginismo.
No menos importante, detalla la especialista, la libertad del sexo de pago es atractiva para una mujer empoderada que no tiene el tiempo para involucrarse en el proceso que implica establecer una relación de pareja, y además está la fantasía de realizar un encuentro íntimo con un un hombre ideal, algo así como el príncipe azul de carne y hueso.
Es importante decir que no sólo las mujeres solteras son clientas de servicios sexuales. Existen mujeres en relaciones de pareja estable de larga data que también contratan escorts – hombres o mujeres – para servicios específicos como sesiones de BDSM donde desean ser dominadas o sometidas o tríos.
Así que, a modo de conclusión, podemos decirte que las mujeres que pagan por sexo no son diferentes de mí o de tí que nos lees, y que si bien sus motivaciones son diversas, también son comunes a la experiencia de todas nosotras, mujeres de este siglo que enfrentamos el desafío de encontrar disponibilidad y apertura para el placer en un compañero sexual.
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