El Amor Llama a tu Puerta, ¿Dos Veces?

El final de una relación es un momento crítico en la vida de toda persona. Dejar o ser dejado no nos exime de pasar el proceso de duelo.

Marta Hernández

El final de una relación de pareja es un momento crítico en la vida de toda persona. Dejar o ser dejado no nos exime de pasar el proceso de duelo necesario para volver a ordenar nuestras emociones, sentimientos, valores… Tener o no tener hijos hace más o menos fácil dicho proceso; rupturas de mutuo acuerdo, sin duda, allanan el camino. Pero, ¿qué sucede después? ¿Rehacemos nuestras vidas?

Como en tantos otros aspectos, también después de una ruptura hombres y mujeres funcionamos diferente. Mientras que los hombres, con contadas excepciones, suelen entrar en un período en el que “van de flor en flor”, con relaciones más que esporádicas, como tratando de recuperar un supuesto tiempo perdido; las mujeres, también salvo excepciones, acostumbran a encerrarse en ellas mismas y a bloquearse ante cualquier tipo de relación de pareja. Y, si hay hijos, este bloqueo a llave y candado se multiplica aún más.

A menudo, tras una ruptura, a las mujeres nos invade un sentimiento de culpabilidad, sea del tipo que sea. Si somos las dejadas, podemos sentirnos culpables por no haber hecho lo suficiente, por no haber estado a la altura, por no ser suficientemente buenas, atentas, esposas entregadas… o, por el contrario, por haber exigido demasiado, no haber sido flexibles, habernos mostrado independientes… Si las responsables de la ruptura somos nosotras, el panorama no mejora mucho y nos sentimos culpables por si nos hemos precipitado en tomar la decisión o, si por el contrario, deberíamos haberla tomado mucho antes; por el daño hecho a nuestras parejas y/o hijos, por el qué dirán, por si seremos capaces de estar solas, por si alguien se enamorará otra vez de nosotras y encontraremos una nueva pareja… Uff, uff, uff.

No pensar en una relación y ni siquiera desearla es un mecanismo de defensa.

Volver a enamorarse

Un aspecto importante, después de una ruptura, es si queremos volver a enamorarnos y estamos dispuestas a confiar de nuevo. Porque la culpa viene unida a la desconfianza, al miedo y a la inseguridad ante la posibilidad de tener una nueva pareja. Sobre todo, tras la ruptura de una larga relación y, a partir de cierta edad.

Una mujer joven puede ver, antes o después, un horizonte favorable para rehacer su vida. Todo y que no se trata de una ciencia exacta y hay numerosas mujeres que entre los 30 y los 40, tras separarse, no quiere ni oír hablar de una nueva relación, es a partir de los 40 donde empiezan los prejuicios, los 50 nos sitúan en un punto de inflexión donde todo parece insalvable y más allá, todo y que cada vez es más frecuente ver parejas que inician relaciones a partir de los 60, nos sentimos, en general, con pocas ganas de hacer concesiones ante nuevas relaciones.

Los hijos son determinantes a la hora de plantearse iniciar o no una nueva relación. Si los hijos son pequeños, nos aferramos a ellos y nos volcamos en su educación, en que no les falte de nada. Se convierten en nuestro objetivo en la vida, me atrevería a decir que, a veces, incluso demasiado, haciéndoles sentir “inconscientemente” responsables de nuestra felicidad. Cuando crecen, entramos en otra fase del problema, el nido vacío puede convertirse en una “trampa” para nosotras, puesto que, de pronto, hay que llenar ese espacio y no siempre sabemos cómo hacerlo, ya que no hemos hecho nada por nosotras y tampoco nos hemos preparado para que el amor entre en nuestras vidas de nuevo.

Los hijos son determinantes a la hora de plantearse iniciar o no una nueva relación. Foto: Pexels/Pavel Danilyuk
Los hijos son determinantes a la hora de plantearse iniciar o no una nueva relación. Foto: Pexels/Pavel Danilyuk

Si no tenemos hijos o éstos son mayores, porque precisamente hemos esperado a que lo fueran para dar el paso, es más que probable que deseemos disfrutar de nuestra soledad, de nuestra soltería, hacer las cosas que no pudimos hacer porque estaban los hijos o una pareja que no compartía nuestras inquietudes. Si el estado de soltera se convierte en una especie de oasis donde amigas, familia, realización laboral o hobbies nos transportan y nos permiten vivir una vida que nos hace sentir bien, difícilmente una nueva pareja entrará en nuestros planes.

En otro panorama más drástico, como maltratos físicos o psicológicos, el rechazo a una nueva relación se multiplica considerablemente, puesto que las barreras a superar después de la ruptura son mucho mayores. Pero no vamos a profundizar en este tema, puesto que a este artículo no le corresponde. Baste con tener en cuenta que no será fácil volver a confiar y enamorarse de nuevo.

En cualquier situación de las planteadas, no pensar en una relación y ni siquiera desearla es un mecanismo de defensa para no tener que enfrentar nuestros miedos, inseguridades, falta de confianza, baja autoestima… con los que sería difícil iniciar y estar receptivas a nuevas relaciones. Se trata de algo inconsciente. La ruptura es tan dolorosa, y, posiblemente, también la última etapa de la relación, que no queremos ni pensar en volver a pasar por ello. Así que cerramos con llave nuestro corazón y tiramos la llave al mar. Y nos dedicamos a otra cosa, pensando que así estamos a salvo.

El amor llama a tu puerta

Sin embargo, sin darnos cuenta, un día nos relajamos y sucede lo inesperado: alguien vuelve a entrar en nuestro corazón, con nuestro consentimiento o sin él. Y, entonces, la duda que nos acecha es si debemos dejar que se quede. Una vez más, no hay garantías, es un riesgo, una apuesta, y lo único que podemos hacer es escuchar a nuestro corazón, que, por cierto, se ha entregado sin consultarnos.

Cada vez es más frecuente vivir relaciones del tipo “juntos, pero no revueltos” o “tú en tu casa y yo en la mía”, que permiten vivir relaciones más saludables en lo que a obligaciones familiares se refiere (sobre todo si hay hijos) y con un menor nivel de compromiso, lo que puede ayudar a vencer las barreras creadas tras la ruptura.

En cualquier caso, mujeres, la buena noticia es que tanto con hijos pequeños, como mayores o sin ellos, el amor es sabio y sabrá, como lo sabe el agua, escurrirse entre los escollos más recónditos para tocar nuestros corazones de nuevo, cuando llegue el momento.

© L’Erotheque. Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

Marta Hernández
Por Marta Hernández

Periodista y consultora de comunicación y RRPP. Gerente de la empresa ComuninicAcciò.