En el sentido más amplio de la palabra, el deseo es el gran motor de todo lo que realizamos. Es ese impulso que nos moviliza genuinamente ha “hacer”.
Aquellas acciones que hacemos sin deseo, desde el “tengo qué” o desde el “debería”, sin apetecernos, no es que no se puedan desarrollar (todos funcionamos desde ahí en muchos momentos de nuestra vida con varias cosas) pero bien sabemos, que el impacto que eso tiene para una, en cómo nos sentimos, en la actitud que tenemos, es devastador si se sostiene en el tiempo. Esta misma analogía puede aplicarse al deseo sexual.
En consulta siempre explico lo mismo. El deseo sexual, desde una mirada utópica, se dice que se tiene o no se tiene. Se siente o no se siente. Y sí, pero no.
Me explico. El deseo sexual podemos verlo desde dos puntos. Por un lado, poniendo el foco en la que parte más fisiológica y, paralelamente, por otro lado, poniendo el foco en la parte más trabajada.
El deseo fisiológico viene condicionado por factores orgánicos, hormonales y nuestro estado de salud general, tanto físico como emocional. Sería esa apetencia sexual más genuina, sin esfuerzos y sin tener que ponerle intención. Muchas veces, esta parte se puede ver alterada por determinadas medicaciones o tratamientos. Suele ser diferente en los miembros de la pareja, aunque en ocasiones también se puede estar bastante alineado. Éste condicionará qué tanto pondremos en marcha el deseo trabajado.
El deseo trabajado sería aquel que se cultiva intencionadamente, es decir, aquel que se genera o no, en tanto en cuanto yo hago cosas para sentir deseo. Vendría a resumirse cómo aquellas ganas que se sienten y conservan fruto de todo aquello que ponemos en marcha para sentir deseo.
Muchas veces, en parejas estables al cabo de un tiempo, esta parte más intencionada, se pierde, sea por desconocimiento o sea por pérdida de interés, desmotivación, y eso acaba generando dificultades y un posible empobrecimiento de la intimidad y la sexualidad en la relación.
No necesitamos estar en pareja para que también esa parte se vea truncada si yo no hago nada para mantener mi deseo individual vivo.
¿Cómo podemos entonces mejorar este deseo trabajado qué es sobre el que tenemos más margen de mejora? Primero hay que ocuparse de la parte individual. Es indispensable para después trasladarlo en pareja.
Individualmente, hay un aspecto fundamental que es el autoconocimiento. Conocerse a una misma, explorar qué nos gusta, cómo responde nuestro cuerpo a determinados estímulos, como nos excitamos mentalmente, qué alimenta nuestras fantasías, etc… sería el primer paso.
Esa información puede que la vayamos descifrando leyendo fantasías sexuales, viendo películas eróticas, leyendo novelas eróticas, explorándonos físicamente todo el cuerpo, no solamente genitales, descubriendo nuestro mapa erótico o zonas erógenas, etc.
Cuidar nuestra autoestima y tener una buena relación con nuestro cuerpo y desnudez, facilita todo el proceso.
Si estamos en pareja, también podemos poner mecanismos en marcha para ese deseo trabajado, aunque en este caso, debemos tener en cuenta que el estado de la relación con nuestra pareja va a influenciar en todo ello y también el deseo fisiológico de cada uno.
Si hay problemas en la relación más allá de la parcela íntima, es posible que si no nos ocupamos antes de éstos o al menos todo lo simultáneamente que sea posible, comenzar por trabajar el deseo sexual primero no sea la mejor opción.
Algunas formas de ponerlo en marcha podrían ser: crear espacios de pareja a solas y de calidad, en los que sea fácil que pueda surgir complicidad y conexión, tener citas de pareja, cuidar el aspecto físico, recuperar detalles que en su día os sedujeron del otro, sorprender (si os gustan las sorpresas), incorporar novedad tanto en intimidad como con planes, hacerse masajes mutuamente una vez por semana, ducharse juntos sin prisas, tener más contacto físico no sólo en el momento de cama, tener un rato de comunicación diaria, recuperar entre ambos el sentido del humor si se ha perdido y en definitiva, dedicarle tiempo y darle un espacio a la relación de pareja.
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