Iniciar una relación amorosa suele ser una etapa llena de pasión, ilusión, alegría y disfrute donde se busca conocer al otro, compartir intereses y momentos especiales, con la esperanza de que quizás a largo plazo la relación se consolide.
Unirse a otra persona implica conocerla y aceptarla con sus defectos y virtudes, con sus costumbres, ideologías, con lo que haya sido su pasado, con su familia de origen y con la que pueda haber engendrado, y eso es bastante por digerir, tornándose más complicado cuando los hijos de esa anterior relación no te aprueban a ti.
Entendiendo que esta situación te puede ocasionar malestar y/o ansiedad, es un punto que, aunque puede generar incomodidad por no saber cómo abordarlo, debes hablarlo con tu pareja lo más pronto posible, para aclarar cualquier malentendido y evitar momentos de tensión. Vale destacar que es un tema quizás aun controvertido, del que pocos suelen hablar por el temor a ser juzgados, pero que en la realidad es bastante común; sabiendo esto como punto de partida date el permiso de aceptar tus emociones y trabajar en ellas.
Ahora bien, una vez que tienes en cuenta que debes hacer valer tu posición es importante entender la de los hijos.
El escenario puede variar según distintos factores como: la edad de los hijos, la madurez emocional, el vínculo con sus progenitores, el cómo ocurrió la separación, el nivel de comunicación entre hijo y padres, o como fue tu presentación (abrupta, sorpresa, se habló de ti y luego os presentaron).
Los pensamientos más comunes que pueden presentar los hijos tienen que ver con la relación con su progenitor, ideas como: “viene a robarme a mi padre”, “quiere sustituir a mi madre”, “si tienen un hijo me abandonaran a mí”, “desde que llegó esta persona mi madre/padre cambió conmigo” y desde esa comprensión se buscaría aclarar cuál es realmente tu rol allí.
Cuando existe un rechazo hacia la nueva pareja de su madre o del padre los hijos pueden tener conductas rebeldes, desafiantes, tornarse de mal humor ante la presencia del nuevo amante, mostrar más apego, ser maleducados e incluso ofensivos; todas estas actitudes deben hablarse con nuestra pareja para que él o ella sirva de puente desde la comunicación y orientación, y trate de poner serenidad en un ambiente hostil.
Ahora bien, si los hijos ya son adolescentes o adultos, se puede establecer una conversación directamente bajo un ambiente de confianza, en un lugar neutral y denotando disposición. Si bien es importante aclararle cual es la dinámica de la relación (relación con compromiso, amigos que se están conociendo) también será fundamental escuchar su opinión, hacerle ver que tiene derecho a expresarse asertivamente y evitar dar por sentado que conocemos sus sentimientos y predisponernos a los resultados de esta charla. Toda comunicación debe ir dirigida con palabras acordes a la edad de los hijos, a veces son ellos los que van dando la pauta.
Bajo ningún concepto se debe aceptar un mal trato por parte de los hijos, generando en la relación culpa, resentimientos o tensión acumulada; si bien puede ser entendido no debería ser aceptado, por eso es fundamental hablarlo con nuestra pareja para encontrar medios que ayuden a cambiar la situación. Si bien se busca respetar los sentimientos de los hijos es importante mantener el respeto entre todos.
Es importante dejar claro que como adultos tomamos decisiones que no van a requerir de la total aprobación de nuestros hijos, por lo que aunque se tome en cuenta su opinión la última palabra la tiene el adulto, y que cualquier buena actitud será agradecida; de igual forma el padre no ha de obligar que sienta afecto hacia la pareja, de esta forma se establecen límites y se respetan.
Es necesario también ser comprensivos con esa pareja que se ve en la dificultad de limar asperezas, conversar un tema de adultos con sus hijos y/o enfrentarse a ese mal humor o malas palabras. Este padre o madre tiene que hacer entender a sus hijos de que es una persona libre y madura para reiniciar una relación amorosa y que independientemente de quien sea la persona con la que salga el amor y la atención hacia ellos no cambiará -no debería-.
A veces existen elementos influyentes en la actitud de los hijos que es necesario descartar, como: comentarios de los abuelos, celos infundados en una expareja dolida, experiencias negativas de parejas anteriores de los padres, consejos de amigos o hasta lo que pueden ver en TV; y dependiendo de cuál sea el caso la familia puede hacerse una intervención sobre ello.
Algunas recomendaciones para mejorar este panorama y beneficiar la dinámica son:
- Evitar pretender ocupar el lugar del ausente, asumiendo tareas que no corresponden. Mantener el trato al ritmo que el otro me lo permita.
- Respetar las ideas de los hijos.
- Conocer que cosas le agradan o desagradan pueden funcionar al inicio para evitar molestias, como por ejemplo que le ofrezcas un alimento que aborrece o que escuchen juntos una música que no le guste.
- Propiciar momentos para compartir actividades atractivas para todas las partes, que pueden incrementar la unión.
- Tomar en cuenta opiniones sobre las salidas o el tiempo que se le dedica.
- La confianza, el respeto y el afecto se desarrollan, no se imponen.
- Evitar tomar una actitud de igual hacia el niño o adolescente.
En este proceso es importante ser pacientes y constantes, no hay un tiempo definido para que la marea baje; incluso existe la posibilidad de que conforme pase el tiempo la situación merme pero no cambie, y sería algo que se ha de aceptar y no tomarselo como algo personal. En estos casos tu actitud será crucial para mantener en buenos términos la relación y tendrás que decidir cómo continuar la misma.
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