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¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando tenemos sexo?

El cerebro es el primer oficial al mando de la maquinaria compleja que es nuestro cuerpo. Analizamos su papel en las relaciones sexuales.

Johanna Beato Ardila

Como bien sabemos, el cerebro es el primer oficial al mando de la maquinaria compleja que es nuestro cuerpo. Este, gracias a la intrincada red que supone el sistema nervioso, nos ayuda a no solo a ponernos en marcha, sino también a sentir, a disfrutar y a vincularnos. Pero ¿qué ocurre en este maravilloso órgano en los momentos de placer y por qué es tan importante?       

Para poder entender el funcionamiento del cerebro en el sexo debemos aclarar primero algunos conceptos. El primer término que encontramos es la respuesta sexual, que hace referencia al conjunto de cambios psicológicos, neurofisiológicos, vasculares y hormonales que acompañan a la realización de actos sexuales” y está dividida en 5 fases: deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución. Básicamente, el sistema nervioso junto con los pensamientos, emociones y hormonas, inducen y regulan una respuesta diferente en cada una de las fases (Mas, 2007).

Como te explicaba, el deseo es el primer punto de la respuesta sexual, el cual está muy ligado a la imaginación y el mundo de las ideas. Digamos que el deseo es un engranaje que puede engrasarse con fantasías y erotismo, o puede oxidarse si nos llenamos de estrés y poca atención plena. Esto nos lleva a experimentar cambios físicos que corresponderían a la fase de excitación, véase, erección, lubricación y dilatación entre otras. Empezamos a acumular tensión, nuestros instintos nos empujan a buscar el placer y la respiración y el ritmo cardiaco se aceleran, los músculos se tensan y la temperatura sube en la fase de meseta. Toda esta tensión se libera en el orgasmo, con un pico de activación física que nos lleva a sentir contracciones involuntarias tanto en el pene como en la vagina y el ano. Por último, recuperamos el aliento con la resolución, restableciendo nuestras constantes y relajándonos.

Hay una cosa que los científicos tienen clara, y es que el sexo es una tarea que implica todo el cerebro.

Verás, el cerebro junto con la médula espinal forma parte del sistema nervioso central, que procesan información y controlan el cuerpo. Por otro lado esta el sistema nervioso periférico, que se divide en el sistema somático y autónomo, el primero se encarga de los movimientos voluntarios, mientras que el otro de todo el funcionamiento automático con impulsos de activación (sistema simpático simpático) y relajación (sistema parasimpático).

Mindfulness sexual: el deleite del momento. Foto: Shutterstock
El sexo es una tarea que implica todo el cerebro. Foto: Shutterstock

¿Cómo se aplica esto en la conducta sexual? Puede ayudarnos imaginarla como un juego en el que está implicado todo el sistema nervioso, cada parte haciendo su función. Por ejemplo, el sistema simpático producirá vasoconstricción, mientras que el sistema parasimpático provocará vasodilatación y lubricación. Ambas partes necesarias en este juego de equilibrio (Cedrés, 2013; Mas, 2007). Esto va mucho más allá, claro. Si nuestra vía simpática está demasiado activada porque nos sentimos estresados, ansiosos o asustados o si, por el contrario, no lo esta lo suficiente, la respuesta sexual no se llevará a cabo con normalidad, encontrándonos con dificultades eréctiles, de lubricación, de tensión muscular…

Como te he comentado, el sexo es una tarea que implica funciones sensitivas, motoras, emocionales, del lenguaje… por lo que se activaran las áreas responsables de esas tareas. Destacaré algunas áreas concretas que son más relevantes que otras, como es el caso del sistema límbico. Se trata de un conjunto de estructuras que se han vinculado con funciones emocionales, apetitivas, instintivas y del aprendizaje. Se ha encontrado que se activa cuando recibimos estimulación erótica (Mas, 2005; Mas, 2007) y también, junto con otras estructuras, se encarga del orgasmo y la eyaculación, así como de integrar sensaciones táctiles que podemos sentir en el proceso sexual entre otros. Además, esta zona se encarga de integrar la conducta sexual como el interés y la curiosidad, el placer, la seducción y el cortejo (Franco, s.f.).

Por último, tenemos las hormonas, que también son clave durante el proceso. Existen dos grupos bastante conocidos, por una parte, encontramos los andrógenos entre los que se encuentra la testosterona. En los hombres aumenta durante la pubertad y disminuye con la edad y ayuda a mantener el interés y la función sexual; mientras que los efectos en mujeres son inconsistentes ya que se ven influidos por factores afectivos y otras hormonas, aunque si se ha comprobado que la testosterona «aumenta en la fase folicular y llegan al máximo aproximadamente en el tercio medio del ciclo, disminuyendo durante el tercio final y también en momentos como en la lactancia”. Por otro lado, tenemos los estrógenos, que se ven implicados en el mantenimiento del estado tráfico vaginal, lubricación, levemente con el interés sexual y la sensación de bienestar o el estado de ánimo.

Otras hormonas también son relevantes en la respuesta sexual. La oxitocina, conocida como “hormona del amor” es central en la excitación, promueve la conexión emocional y produce contracciones en el orgasmo. La dopamina, hormona de la felicidad que influyen en la excitación, el deseo y el estado de ánimo que, liberada durante el orgasmo en el circuito de recompensa, fomentan el deseo de repetir el comportamiento. Suele aparecer junto con la serotonina,  que contribuye a la relajación y bienestar después del clímax. Tras el orgasmo las hormonas y neurotransmisores vuelven a la normalidad y, gracias a las endorfinas segregadas durante todo el proceso y la oxitocina aun presente, nos relajamos y creamos vínculos emocionales (Cedrés, 2013; Mas, 2007).

En resumen, la sexualidad es parte central del ser humano y, aunque en este artículo me hemos limitado a hablar de la parte sexual más directa, la seducción, la intimidad y el erotismo también conforman este aspecto. Por supuesto, estas otras fases o   procesos tienen su correlato hormonal, nervioso y biológico propios. Aún queda muchísimo por estudiar desde la sexología, ciencia que aún está en pañales y a la que le queda recorrido por crecer y andar.

 

Bibliografía

Acuña, A. (2008). La cascada de neurotransmisores en la función sexual-Esquema original. Urol. colomb, 107-120.

Cedrés, S. (2013). Respuesta sexual de hombres y mujeres.

Franco, E. (s.f.). Neurofisiología de la Respuesta Sexual Humana

Mas, M. (2005). Fisiología de la respuesta sexual. Fisiología humana3, 1134-46.

Mas, M. (2007). Fisiología de la respuesta sexual femenina: actualización. Revista Internacional de Andrología5(1), 11-21.

Masters WH, Johnson VE. Respuesta sexual humana (Human sexual response, 1966). Buenos Aires: Inter-Médica; 1978

 

© L’Erotheque. Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia. 

Johanna Beato Ardila
Por Johanna Beato Ardila

Psicóloga sanitaria, sexóloga y terapeuta de parejas. Atiende en Bilbao y Derio en Ítaca Psicología y Sexología.