¡Basta de Orgasmos!

En torno al hecho de tener y provocar orgasmos se han generado tantas normas y expectativas que al final se ha convertido en una obligación.

Cris Planchuelo

Orgasmar está bien, quién lo duda, pero convertirlo en el centro del encuentro erótico tiene más problemas que ventajas. La razón de estos problemas es que en torno al hecho de tener y provocar orgasmos se han generado tantas normas y expectativas que al final se ha convertido en una obligación más que en una de las numerosas y agradables opciones que pueden darse. Obligación que, bajo la etiqueta de “Éxtasis”, “Clímax” y semejantes exageraciones, hace que nos olvidemos de otros placeres tan apetecibles como descuidados. O que los utilicemos como meros procedimientos, “preliminares” los llaman, para alcanzar el supuesto cénit del placer.

Por otro lado, nos creemos que llegar al orgasmo es una consecuencia directa de follar, es decir, de que una vagina acoja un pene y que ambos se froten y refroten hasta que se produzca el “estallido de placer”. Paparruchas. Durante esa acogida la parte externa del clítoris, la sede central del orgasmo, se queda fuera de juego, tal cual: no recibe un estímulo suficiente, mientras que todo el pene (to-do) es estimulado por las paredes de la rugosa y mullida vagina. Y como la erótica que ejercemos es muy androcéntrica, es decir, gira en torno a los placeres de los hombres, parece que si él se está excitando mucho a nosotras nos tiene que pasar lo mismo, o de lo contrario tenemos un problema. Pero no.

Que sí, que puede que nos excitemos durante esa penetración que acogemos, pero tal vez no lo suficiente para corrernos. Porque el orgasmo es el resultado de sentir mucha excitación. Solo necesita eso: que estemos excitadísimas. No un poco, no ahora sí y ahora no, no sí pero no, sino mucho y continuado. ¿Es eso fácil? No, amigas, no lo es.

Y como no es fácil, pero nos obligamos a orgasmar (y ellos o ellas también se sienten presionados a proporcionarnos esos orgasmos que les harán sentir que son generosos y eficaces amantes), nos ponemos manos a la obra con todo nuestro empeño. Y frotamos y refrotamos, y nos acarician el clítoris con fruición o lo hacemos nosotras mismas, y nos concentramos todo lo que podemos en el dale que te pego… Y, por fin, sí: por fin llegamos al éxtasis y nos quedamos todos tranquilos porque al final ha pasado lo que tenía que pasar. O esta vez no nos corremos, vaya, porque se nos ha cortado el rollo… de nuevo.

 

© L’Erotheque. Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

Cris Planchuelo
Por Cris Planchuelo

Periodista y sexóloga. Profesora de periodismo sexológico. Autora del libro: El club del Daiquiri  El increíble caso del apóstrofo infiltrado: Y otros crímenes contra la ortografía española. Foto: @rojofoto.es