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Diversidad Erótica: Lo que le Excita me Parece Extraño

Todas tenemos nuestras preferencias eróticas y encajarlas con las de nuestra pareja puede ser todo un desafío.

Ysabel Velásquez

Todas tenemos nuestras preferencias eróticas. Aquello que nos excita es particular a cada una y se encuentra influido por factores propios como las experiencias, las expectativas románticas y conceptos más generales asociados a la cultura, no en vano dijo Georges Bataille: “El conocimiento del erotismo, o de la religión, requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, de los prohibido y de la trasgresión”.

Digamos que, al llegar a nuestra edad adulta, ya desarrollamos, a través de ese proceso de autoconocimiento, nuestra zona de confort erótica o nuestro mapa, con un arsenal de estímulos y prácticas que nos gustan.

Una vez que iniciamos una relación de pareja ese mapa erótico pasa a compartirse con otra persona, que a su vez tiene sus preferencias en la intimidad. Este proceso es un diálogo de mentes, cuerpos, emociones y sensaciones que sucede de forma natural.

Muchas veces sucede que ese mapa erótico de ambos encaja naturalmente en preferencias, el deseo de ambos se acopla en base a los estímulos que a los dos le excitan y el aspecto sexual y sensual de la relación fluye sin contratiempos.

Otras tantas veces sucede que, después de los primeros meses, comienzan las fricciones porque tu pareja quiere introducir elementos, estímulos o prácticas que resultan para ti extrañas o desconocidas. Puede tratarse de posiciones diferentes, sexo anal, un juguete sexual o cosas alusivas al BDSM; y ahí vienen los cuestionamientos ¿Qué hacer? ¿Debo ceder para complacerle aunque no me guste o abrir la mente a experimentar algo diferente que puedo llegar a disfrutar?

La respuesta a esta interrogante es sencilla pero el proceso de enfrentar esta situación no lo es. El sexo es un espacio lúdico, donde nada está escrito en piedra y siempre se pueden incorporar nuevas sensaciones y estímulos. Se trata de aprendizaje, a través del ensayo y el error, y aun estando receptiva a la experiencia, eliminando la idea de que cierta práctica es un tabú para tí, esto no significa que todo lo que pruebes te vaya a gustar o lo quieras incorporar a tu repertorio sexual.

El sexo es un espacio lúdico. Foto: Shutterstock
El sexo es un espacio lúdico. Foto: Shutterstock

Para afrontar este desafío la comunicación es indispensable. Hacerle saber a tu pareja que lo que el disfruta tú lo disfrutas también, o no tanto, o puede que no siempre, o simplemente no te gusta, es clave. Si se trata de una práctica esporádica que te excita a ti o que no te incomoda de vez en cuando, o viceversa, digamos que es una adición que expandirá tu zona de confort erótica y esto es positivo.

Ahora, el problema viene cuando se trata de una parafilia o de un fetiche que supone una fijación indispensable para que se produzca la excitación en alguno de los dos. Por ejemplo, un fetiche de pies que siempre debe estar o cuando la presencia de una tercera persona es requerida. Esto es contrario a la variedad de estímulos que se disfruta en una sexualidad sana y  requiere de terapia sexológica, ya que impone a la pareja una única forma de vivir la intimidad y esto afecta a la relación.

Además de la comunicación asertiva, con una escucha activa a tú pareja, sin juicios, y la flexibilidad para probar si algún estímulo o práctica puede gustarte, está la escucha a ti misma. La sexualidad está para ser disfrutada y compartida, de ninguna manera debe imponerse u obligarse, convertirse en un deber o transgredir tus deseos o valores.

En los límites está el amor propio y cuando traspasamos eso con la intención de ser amadas o deseadas se paga un caro precio que nos aleja de nuestro propio yo, generando el efecto contrario de todo lo positivo que trae una sexualidad sana: malestar, ansiedad y depresión.

Cuando la comunicación y la terapia no son suficientes, y esta práctica sexual se convierte en un elemento disruptivo que ya está afectando tu deseo y la relación de pareja, la solución es romper el vínculo porque no se trata de algo que se solucione solo. Tanto las parafilias como los fetiches son patologías – aunque ahora se insista en quitarle esta categoría – que están muy arraigadas en la persona y requieren de un compromiso del paciente para superarlas. El amor no es suficiente para que una relación funcione cuando hay un estilo erótico particular que no puede ser aceptado y disfrutado en su totalidad por alguno de los dos miembros de la pareja.

© L’Erotheque. Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.

Ysabel Velásquez
Por Ysabel Velásquez

Sexóloga, Sex & Love Coach . Periodista de Salud. Autora del Libro de motivación para la mujer :En Femenino.