Las memorias uterinas son el registro de la información heredada a través de tu linaje femenino. Recordemos que cuando tu abuela materna gestó a tu madre, dentro de su pequeño cuerpo ya existía el óvulo que, al ser fecundado, se convertiría en ti misma.
Disciplinas como la Biodecodificación y la Constelaciones Familiares – cuyos detractores acusan de pseudociencias – han estudiado que recibimos del vientre de nuestra madre, conectado con la mujeres de su clan, mucha información, programaciones y creencias relacionadas con la sexualidad que de cierta manera inciden en nuestra conducta como mujeres adultas, al tiempo que nosotras también incorporamos información recopilada de nuestras propias experiencias, que trasmitiremos a la siguiente generación.
Si bien los patrones heredados están fuera de nuestro control, somos responsables de sanarlos, no sólo para ser más felices, sino para que las mujeres que vengan después de nosotras no los arrastren y se sientan limitadas por creencias que no contribuyen a su bienestar. Filosofías orientales como el Tao, el Tantra y el Budismo coinciden que estamos ligadas espiritualmente hasta 7 generaciones de antepasados, así que decidir transformar esa información es un acto de bondad que honra también a la historias de las mujeres que no pudimos conocer.
Sigue leyendo que aquí te explicamos cómo sanar esas memorias y, aunque hayan sido dolorosas, convertirlas en un ingrediente purificado para la expansión de la conciencia ¡y del placer!
Linaje y gestación
Cuando estamos gestando se activa la conexión a las mujeres que han gestado en nuestro linaje – madre, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas – y de esta forma, se transmite al bebé toda la información del clan materno, mientras que la información del clan paterno llega a través del espermatozoide, que ha permitido que todo su linaje se enraíce en los territorios del vientre materno.
Al formarse la placenta se combinan las memorias de madre y padre, dibujando la figura de un árbol donde ambas informaciones se entrelazan, de esta manera el vientre de la madre pasa a ser el lugar donde los sistemas familiares se hacen presentes para formar a ese nuevo miembro del clan y también tomarlo a su servicio, al traspasarle a través del campo de información todo lo que está pendiente en la historia de ese linaje.
Este proceso es conocido como la trampa del árbol porque este nuevo ser humano que está en el vientre materno tiene todo el potencial para actualizar las creencias y programaciones del clan, pero también es tomado al servicio de la familia para resolver asuntos inconclusos del pasado. Es aquí cuando entramos en conflicto repitiendo patrones invisibles de los cuales no somos conscientes.
Las memorias uterinas que se repiten generación tras generación esconden secretos y temas sin resolver que llevan a que los sucesores carguen con un destino que no les pertenece, alejándolos de la manifestación de su autenticidad. Esta suerte de karma familiar se puede expresar en forma de lealtades invisibles, traumas, dolores y hasta contribuir a la manifestación de ciertas enfermedades que no parecieran tener una causa lógica aparente.
Vestigios de amantes del pasado
El intercambio de fluidos sexuales también trae consigo un intercambio de información y nosotras al ser receptivas retenemos esas emociones en nuestro útero, como ya ha comprobado la ciencia en forma de microquimerismo celular, lo cual es un intercambio de ADN que puede permanecer en el cuerpo por años. Estas memorias además son emocionales y energéticas, como explica Yogi Bhajan, quien ha afirma que las experiencias sexuales quedan impresas en nuestro cuerpo, aura y mente subconsciente hasta por 7 años.
Para sanarlas es indispensable alejarnos de los compañeros que han sido abusivos, infieles o tóxicos, recordar nuestro valor y procurar que las relaciones sexuales que tengamos sean exclusivas, respetuosas y fuente de emociones positivas, pues la oxitocina que liberamos durante el orgasmo hace un gran trabajo de liberación y sanación que es interrumpido si luego no nos enganchamos en el drama y la negatividad de relaciones que nos afecten emocionalmente.
Sanar para evolucionar
Aceptar y agradecer es indispensable para sanar las memorias uterinas que hemos creado con nuestras relaciones sexuales así como aquéllas que heredamos de nuestro clan y equilibrar nuestra energía femenina. Es imperativo ser amables y compasivas con nosotras mismas al mirar nuestro pasado, así como conocer la historia de las mujeres de nuestra familia, integrar a los miembros excluidos, sanar los vínculos, resignificar las lealtades, perdonar lo que necesite ser perdonado y honrar todo el proceso, al tiempo que conectamos con nuestro ciclo menstrual, o con el ciclo lunar si ya no estamos en etapa fértil.
Cuando emprendemos estas nobles acciones, este movimiento energético curativo se irradia al resto del linaje, principalmente hacia el núcleo familiar más íntimo: padre, madre, pareja e hijos. Los lazos de sangre permiten que cuando una pieza del sistema hace un movimiento, las demás se beneficien de este cambio positivo.
Conectarnos con otras mujeres, sean o no de nuestra familia, en forma sorora y sin rivalidades es también una herramienta de sanación uterina. Los círculos de mujeres son un espacio ideal, libre de juicios, para que esto suceda. Cuando estamos entre amigas el ciclo menstrual de todas se sincroniza, esto es una muestra de lo benéfico que es establecer relaciones positivas y significativas con otras mujeres.
El trabajo con las memorias uterinas nos lleva principalmente a sanar la relación con madre y padre. Al reconciliarnos con estos vínculos base integramos la información del clan de forma sana, construimos una personalidad más auténtica y nos preparamos para que la próxima generación se geste sin información que le genere pesadas cargas emocionales.
Una forma muy sencilla para comenzar este proceso de transformación es a través de hacerte algunas preguntas poderosas que te permitan observar los patrones familiares que repites de forma inconsciente así como las creencias heredadas que ya no contribuyen a tu vida. Toma lápiz y papel, y siendo totalmente sincera te invito a responder a las siguientes preguntas:
- ¿Cuáles son las historias que se repiten en las mujeres de tu linaje?
- ¿Cómo te hablas a ti misma? ¿Eres tu mejor amiga o tu peor enemiga? ¿Te elogias o te regañas como hacían papá y mamá? ¿Te sientes suficiente o insuficiente?
- ¿Hay historias de abuso sexual, violencia o malos tratos? ¿Hay recuerdos traumáticos que traen emociones dolorosas al presente?
- ¿Existen secretos que no han sido revelados y sientes generan tensión y ansiedad en la relación con tu mamá?
- ¿Existen heridas sin sanar en las relaciones madre e hija de tu familia? ¿Cómo afectan esas heridas tu propia vida?
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