Una Pareja que no Tiene Sexo Sigue Siendo una Pareja

“Una pareja que no tiene sexo son compañeros de piso”. Una idea muy extendida pero no por ello necesariamente cierta.

Arola Poch

“Una pareja que no tiene sexo son compañeros de piso”. Es posible que hayas oído alguna vez esta frase. A esto hay quien le ha puesto nombre, en un afán por etiquetarlo todo: “síndrome de compañero de piso”. Un síndrome, según la definición del diccionario de la RAE, es un conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa. Y aquí es donde niego la mayor: esta situación no tiene por qué ser negativa y, por supuesto, ese síndrome es inexistente. Una pareja que no tiene sexo sigue siendo una pareja.

En la mayoría de ocasiones, una pareja afectiva también tendrá relaciones sexuales, pero no siempre es así y eso también es perfectamente normal. Hay vínculos que se construyen alrededor de lo romántico sin que haya ese componente erótico, por ejemplo, en el caso de personas asexuales que no sientan atracción hacia otras personas y no les despierte el deseo. (Aclaro que dentro de la asexualidad hay diferentes posibilidades y hay personas con esta orientación que sí mantienen relaciones sexuales).

También es normal que haya diferentes circunstancias que corten, en un momento determinado, con la parte erótica de la relación. Puede ser por estrés, enfermedad, preocupaciones, imposibilidades, etc. que provoquen una bajada de la libido. O algo relativamente común como es la monotonía, que en muchas ocasiones se va instalando poco a poco de manera desapercibida hasta que aplasta y se lleva el deseo por delante. Es sobre todo en estas ocasiones en las que algunas personas esgrimen aquello de que hay que tener sexo. Y si bien es bueno, claro que sí, mantener una vida erótica activa en pareja, nunca lo será si se entiende como una obligación.

Una pareja son dos personas que comparten afecto, cuidados, cariño, intimidad (aquí entraría el sexo); que se apoyan y están pendientes la una de la otra; que se divierten juntas; que comparten alegrías, miedos, preocupaciones; que coinciden en un proyecto común. ¿De verdad si quitamos un solo elemento de esta lista, una pareja ya deja de serlo? Quizás estamos dándole mucho peso al sexo, arrastrando esa idea antigua del “deber conyugal”, que no se sostiene por ningún lado.

La incertidumbre de no tener claro si es mejor continuar en una relación o irse es desesperante. Foto: Shutterstock
Se da por hecho que una pareja que no tiene sexo tiene algún problema. Foto: Shutterstock

Pensar en términos de “hay que hacer que si no somos compañeros de piso” va a justificar falsas obligaciones, presiones y autopresiones, además de sentimientos de culpa (si es quien no tiene ganas). Nada de todo esto va a ser positivo para que se disfrute de las relaciones sexuales ni para recuperar el deseo. Al contrario, seguramente mantendrá el problema porque el sexo ha de ser un rato de pasarlo bien juntos. Si hay diversión, habrá ganas de repetir, con lo que se alimentará el deseo. Si se hace por sentirse en la obligación, posiblemente el pensamiento que aparezca será “que acabe esto pronto” y eso es profundamente antierótico.

Se da por hecho que una pareja que no tiene sexo tiene algún problema. ¿Por qué debería ser así? Puede que ambas personas estén de acuerdo y esa situación no provoque malestar de ningún tipo. Sí considero que puede haber una complicación si la pareja no comparte intimidad tanto física (besos, caricias, abrazos…) como emocional (confidencias), ya que entonces se corre el riesgo de que se vaya produciendo un alejamiento.

¿Qué hacer si una persona tiene ganas y la otra no?

Todo muy bien si ambas partes están de acuerdo. Pero en ocasiones, así lo veo en consulta, hay una persona que echa en falta el sexo y eso se convierte en un problema en la relación que provoca roces, reproches, presiones y situaciones incómodas. Porque una persona se siente mal pidiendo y la otra se siente mal rechazando, con lo que una deja de tomar la iniciativa y la otra se siente en la obligación de empezar o de hacer porque “ya toca”.  Son bastantes las ocasiones en que, en parejas heterosexuales, el hombre es quien echa en falta el sexo y la mujer quién tiene menos ganas, pero ya nos encontramos casos al revés.

En estas situaciones de discrepancia habrá que ver por qué está sucediendo esa falta de actividad sexual para incidir en los motivos. Puede ser porque el sexo ha pasado a un plano secundario y se trabajará, entre otras cosas, en llevar el erotismo a un plano más presente. Puede ser porque los encuentros sexuales no satisfagan y habrá que entender por qué pasa eso y seguramente haya que añadir algo de novedad. Puede ser porque dé pereza y será necesario buscar momentos específicos para compartir erotismo. Pero la solución no pasará nunca porque haya una persona que insista y otra que ceda. Así se pone un mal parche pero no se soluciona el problema. Las relaciones sexuales siempre deberían ser por deseo.

A veces la cuestión es que la persona que tiene menos ganas ya está bien así y no necesita más. Aquí habrá que entender qué necesidades y qué límites tiene cada cual para poder negociar cómo construyen su relación en el plano sexual. Hay opciones que pueden pasar desde qué prácticas sí pueden ser atractivas para ambos hasta plantearse una relación abierta.

El sexo es importante, une y crea vínculo. Pero claro que sin él sigue habiendo pareja. Hay cosas que unen más que el sexo.

© L’Erotheque. Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia. 

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Por Arola Poch

Psicóloga y sexóloga. Sexpositive & Footfetish. Colaboradora de diversos medios de comunicación. Autora de los libros: Las cosas clarasLo normal es ser raro y A mi rollo con mi cuerpo y mis emociones.