La menstruación, la regla, el período…Llámala como quieras. Es el sangrado cíclico que ocurre cuando no hay embarazo, un desprendimiento del endometrio que aparece cada 3 a 5 semanas y suele durar entre 3 y 5 días. Nada mágico, nada sucio. Solo biología. Solo vida.
El ciclo menstrual es una orquesta hormonal que se activa desde la adolescencia hasta la menopausia. Su único propósito es preparar el cuerpo para un posible embarazo. Y aunque ese sea su papel biológico, su presencia (o su ausencia) nos dice mucho más.
Porque sí: tu menstruación te habla. Y si aprendes a escucharla, puede convertirse en una gran aliada para tu salud física, emocional y hormonal.
Un espejo interno que habla sin palabras
La regla no es un castigo ni un superpoder. No te hace mujer, ni más femenina. Es simplemente algo que ocurre cuando tu cuerpo está en su etapa fértil. Pero para que se produzca, todo tiene que funcionar bien: hormonas, sistema nervioso, metabolismo, emociones…
Por eso, cualquier cambio en tu ciclo —su duración, cantidad, color o dolor— tiene algo que decirte. Y no es poca cosa. Tu menstruación puede contarte si estás comiendo mal, durmiendo poco, viviendo al límite, si tus hormonas están bailando al compás… o desafinando.
¿Es regular tu ciclo?
Un ciclo menstrual saludable suele durar entre 24 y 35 días. Si llega más o menos puntual, es una buena señal: tu ovulación probablemente está funcionando bien. Pero si se retrasa, se adelanta, se vuelve errático o desaparece, es hora de escucharte.
Causas frecuentes de irregularidad menstrual:
- Estrés crónico.
- Síndrome de ovario poliquístico (SOP).
- Alteraciones tiroideas (como el hipotiroidismo).
- Cambios bruscos de peso.
- Exceso de ejercicio o dietas muy restrictivas.
- Menopausia precoz (antes de los 40): poco habitual, pero importante de valorar.

Lo que cuenta la sangre
Sí, también el aspecto de tu regla habla. Y mucho.
- Rojo vivo y fluido: suele ser una buena señal.
- Marrón oscuro: sangre más antigua; si es habitual, puede indicar ovulación débil o baja progesterona.
- Sangrado muy abundante: miomas, pólipos, alteraciones hormonales o problemas de coagulación.
- Sangrado escaso o tipo manchado: frecuente en el estrés, la perimenopausia o con ciertos anticonceptivos.
Ojo: si sangras más de 7 días, manchas la ropa con frecuencia o necesitas cambiarte cada hora durante varias horas seguidas, consulta. No es lo normal.
El dolor menstrual NO es normal
Lo digo siempre: sentir algo de molestia o sensibilidad puede ser esperable. Pero un dolor que te impide vivir con normalidad no lo es. Y no debemos aceptarlo.
Causas posibles:
- Endometriosis: tejido del endometrio fuera del útero.
- Adenomiosis: tejido endometrial dentro del músculo uterino.
- Inflamaciones o infecciones pélvicas.
- Miomas: benignos, pero dolorosos.
Reconocer el dolor y nombrarlo ya es una forma de empezar a sanar y de romper con tantas generaciones obligadas a callarlo.
Las emociones también menstrúan
Antes de la regla, las hormonas fluctúan y eso repercute en tus neurotransmisores. Tristeza, irritabilidad, ansiedad… no siempre son una patología. A veces, es solo tu cuerpo hablando en forma de síndrome premenstrual.
Permítete escucharlo. Permítete sentir, llorar, enfadarte. Las emociones negativas también son útiles si no son continuas. Y ojo: esa presión de ser “siempre positiva” también enferma.
Si el síndrome premenstrual es muy intenso, podríamos estar ante un trastorno disfórico premenstrual, que afecta hasta un 8% de las personas con ovarios funcionantes. Se puede -y debe- diagnosticar y tratar.
Tu menstruación también puede hablar de tu salud emocional. De lo que reprimes. De lo que toca soltar.

La regla cambia contigo
En la adolescencia
Los primeros años tras la menarquia pueden ser caóticos, y eso es normal. Pero hay que observar si hay:
- Dolor intenso desde el principio.
- Ausencias prolongadas de regla.
- Sangrados muy abundantes.
- Acné severo, aumento de peso o vello facial.
Perimenopausia
Esta transición puede durar años y traer consigo reglas más cortas, más largas, más abundantes o más erráticas. Cambios de humor, sudores, insomnio, ansiedad…
No es una enfermedad, pero sí una revolución. Y se puede acompañar con conciencia y cuidado.
Consulta siempre si:
- Tu ciclo dura menos de 21 días o más de 40.
- Has dejado de menstruar sin causa aparente.
- Tus reglas son muy dolorosas o abundantes.
- Tienes sangrados entre ciclos o tras las relaciones.
- Sientes fatiga intensa o hay un cambio brusco en tu menstruación.
Conocerte es la clave. Saber qué es normal en ti… y cuando no lo es.
Y entonces… ¿qué puedes hacer tú?
No se trata de controlar tu menstruación, sino de vivir en armonía con ella. Aquí te dejo algunas ideas para empezar:
- Lleva un registro de tus ciclos: duración, emociones, síntomas, volumen.
- Practica respiración consciente: el suspiro también puede ser medicina.
- Muévete con suavidad: yoga, paseos, nado lento. Escucha tu ritmo.
- Aliméntate y descansa según tu fase: no todos los días somos iguales.
- Permite lo que sientes: tu cuerpo no solo sangra, también se expresa.
Escúchate mejor. Háblate mejor.
Uno de los grandes males de hoy es que hemos dejado de escucharnos. A los demás. Y a nosotras mismas.
Escúchate y háblate mejor. Y quizás, en ese diálogo, encuentres respuestas a preguntas que ni siquiera sabías que te hacías.
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