No sé si alguna vez habréis oído eso de que todas las personas tenemos un fetiche pero no lo sabemos porque no nos exploramos o no nos permitimos descubrirlo. Yo me la he encontrado varias veces y, para seros sincera, no tengo claro que sea así. Aunque sí es cierto que los fetichismos son más habituales de lo que algunas se imaginan.
Un fetiche sexual es un objeto que produce excitación erótica. También se usa esta denominación cuando la excitación la provoca alguna parte del cuerpo no considerada primaria en el sexo (es decir, genitales, culo, pechos y poco más). Los pies, los zapatos de tacón, las medias, la lencería son algunos ejemplos y hay muchos más. Yo diría que casi cualquier cosa puede convertirse para alguien en un objeto de atracción. Basta con que llame la atención, lo asociemos al momento erótico y con el orgasmo se refuerce una y otra vez.
Al hablar de objetos que causan excitación, hay personas que se plantean si el hecho de que les gusten, por ejemplo, los zapatos de tacón las convierte en fetichistas. La clave está en dónde se pone el foco del deseo: en la persona que lleva los stilettos o en los zapatos. Aunque no hay que pensar en extremos, realmente el fetichismo se puede disfrutar en diferentes grados. Si pensamos en un continuo en el que en un extremo se encuentra la excitación por la persona y en el otro, por los zapatos, seguramente diferentes personas se situarían en diferentes puntos de esa línea. Y podríamos decir que todas tendrían algo de fetichistas, se etiqueten así o no.
La etiqueta es otra cuestión interesante. Con los prejuicios que tradicionalmente han tenido las sexualidades no normativas y que, en cierta forma, aún siguen teniendo, hay personas que prefieren no etiquetarse como fetichistas aunque disfruten mucho con, por ejemplo, unos pies. Y está bien. Las etiquetas nos tienen que hacer sentir cómodas, si no es así, no hay necesidad. Con esto quiero decir que es posible que haya más personas con esta peculiaridad erótica pero que no se consideren así.
Otro punto a destacar en esto de los fetichismos tiene que ver con los hombres. O con las mujeres. Y es que la mayoría de personas que sienten atracción a objetos o partes del cuerpo específicas, en un porcentaje bastante significativo, son hombres. Solo hay un fetiche, que yo sepa, que es más habitual en las mujeres: las manos. No se sabe el motivo de esta diferencia. De la misma manera que no se tiene información concluyente de por qué una persona desarrolla un fetiche. Quizás si supiéramos el origen podríamos entender mejor a qué se debe la disparidad entre sexos. Mi teoría tiene que ver con la diferente forma en que tienen hombres y mujeres de poder expresar su sexualidad. En nosotras siempre ha sido más controlada, con menos espacio para desarrollar el deseo y la excitación.
Los fetiches se desarrollan y mantienen cuando están presente en la vida erótica. En muchos casos, la persona siente atracción hacia un determinado objeto o parte del cuerpo desde pequeña, aunque en ese momento no tiene, claro está, una connotación sexual. Simplemente llama la atención. Es cuando llega la adolescencia cuando ese objeto empieza a verse de otra forma, de esa forma más erótica. Por ello, muchas personas fetichistas dicen serlo “desde siempre”. ¿Quiere decir eso que no se puede desarrollar un fetichismo en la edad adulta? No, no quiere decir eso. En la edad adulta también se podría generar ese tipo de excitación introduciendo o incrementando la presencia de esos objetos en las relaciones.
Entonces, ¿todas tenemos un fetiche o no?
Todas las personas podemos tener un fetiche pero no creo que todas lo tengamos. Y ni falta que hace. La sexualidad es algo amplio y diverso en la que cada cual buscará qué le pone. Lo importante es tener la libertad para hacer esa búsqueda. Puede que la excitación se encuentre usando lencería, en un juego de rol determinado, en un disfraz, en un tejido específico (estoy pensando, por ejemplo, en el látex) o cualquier otra cosa que nos estimule mentalmente. Porque hay que recordar siempre que el sexo está en el cerebro.
Puede que si tenemos un fetichismo, este nos excite en diferentes grados o situaciones. Quizás nos pone simplemente ver una persona tatuada o necesitamos tocar, lamer o besar esos tatuajes. O a lo mejor es la situación la que nos hace que si estamos bajo los pies de alguien nos excitemos una barbaridad. La sexualidad es diversa y el fetichismo, por supuesto, también lo es. No hay una única forma de vivirlo.
Recuerdo una vez que una chica me preguntó cómo podía saber cuál era su fetiche. Llevaba un tiempo buscándolo pero no acababa de encontrar cuál era. A veces tengo la sensación de que hablar de liberarnos de prejuicios y explorar la sexualidad lleva asociado el vivirla de forma no normativa, superando el sexo más tradicional. Realmente liberarnos de prejuicios y explorar es la clave de la cuestión. Lo importante no es lo que se hace, sino el proceso que seguimos para llegar allí. Si alguien después de todo ese proceso de autoconocimiento libre concluye que le encanta el misionero, fenomenal. Y si descubre un fetiche que quiere explorar, fenomenal también.
Hoy en día hay muchos fetichismos, más del que algunas se imaginan, aunque a veces no se muestra o no se etiqueta así. Pero no creo que realmente todas tengamos uno y que en algunos casos esté simplemente pendiente de salir a la luz. Sí creo que es posible que si conseguimos quitarle prejuicios a la sexualidad poco a poco haya más personas fetichistas, hombres y también mujeres. Eso ya lo iremos viendo. Por el momento y sea cual sea tu erótica, disfruta de ella de forma libre, sana y positiva.
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